Las últimas ocurrencias del ministro Wert en relación con las becas Erasmus constituyen el enésimo despropósito de un ministro que se ha ganado a pulso ser el peor valorado de las últimas décadas. Un tipo prepotente, arrogante, chulesco, del que comienzan a estar cansados hasta sus propios compañeros de gobierno dadas sus reiteradas salidas de tono, sus constantes provocaciones y lo que es peor, una improvisación que no es lo que precisamente necesita el sistema educativo en estos momentos. Obviamente, ya estamos acostumbrados en este sistema y es uno de los grandes despropósitos de la partitocracia, a que las actuaciones del gobierno estén supeditadas al interés partidista antes que responder a una demanda o necesidad social. Partidismos que llevan a mantener en el cargo a quien lo hace rematadamente mal con el único fin de no reconocer errores, aunque su labor haga más aguas que el Titanic. Sin embargo, no será éste un viaje de largo recorrido. Por mucho que se empeñe Wert y el resto de gobierno, la LOMCE nace prácticamente muerta, sin consenso alguno y con el propósito firme de ser derogada justo en el preciso momento en que el PP abandone la mayoría absoluta (algo más que previsible). Por otra parte, el consenso que ha propiciado el gobierno del PP y el ministro Wert en su contra es absolutamente normal, máxime cuando pretende un cambio que en realidad no va a la raíz del problema, y comienza su legislatura entrando como un elefante en una cacharrería, recortando a diestro y siniestro, incumpliendo su promesa de que no recortaría ni en educación ni en sanidad y vapuleando al profesorado fijo e interino de una manera implacable. En otras palabras, “haciendo amigos” Pero seamos justos. A pesar de la moda actual de las “mareas” esto no es un problema que venga de hace cuatro días. Una vez más, el bipartidismo perjudica “gravemente” nuestra salud. Ni estamos de acuerdo con el modelo educativo que nos propone el PP, ya que en definitiva supone cambiar muy poco, partir de un consenso cero y apostar por un modelo hecho a la medida de las familias más pudientes, ni por ello aceptamos el ya denostado modelo educativo socialista que es con el que se lleva décadas fracasando estrepitosamente y que en lo fundamental responde a un modelo igualitario donde todo parece querer resolverse a costa de reducir progresivamente el nivel, igualando siempre por lo bajo. El buenismo “progre” de siempre, vamos. Una manera de conseguir que el niño sea ante todo feliz y se sienta a gusto, aunque no sepa hacer la “o” con un canuto. Dejando al margen el eterno rifirrafe de las “izquierdas y derechas” lo que parece claro es que el actual sistema educativo es un modelo agotado, fracasado, que insiste una y otra vez en el error de querer resolver los problemas profundizando todavía más en las causas que han llevado a los mismos. Hay algunas aspectos que empeoran cada curso: minusvaloración del profesorado, falta de respeto al mismo por parte de muchos niños y padres, porcentaje creciente de niños maleducados y consentidos que hacen imposible el desarrollo normal de las clases (muchas veces justificados por la corte de psicólogos y orientadores que dominan mucho la teoría, pero no tienen ni puñetera idea de lo que es encerrarse en un aula con 20 niños), bajo rendimiento escolar, unos riveles de ruido en algunas aulas sencillamente insoportables, abandono temprano de los estudios, carencias de cultura general básica, etc. Por no mencionar el despropósito autonómico donde cada rey de taifas hace lo que le viene en gana con sus escolares, aunque sencillamente sea manipular la historia en beneficio de teorías separatistas o arrinconar la lengua oficial de España de una manera lamentable. Enumerar los problemas que existen en la educación actual, como se puede ver, nos llevaría meses, pero algunos son verdaderamente esperpénticos. ¿Quién diablos fue el majadero que hizo legal y obligatorio que si un alumno de 2º de primaria repite curso, ya no puede volver a repetir de nuevo aunque el resto de cursos de primaria suspenda todas las asignaturas? Ni al alumno más vago de la historia se le podría haber ocurrido una fórmula más eficaz con la que promover el mínimo esfuerzo y el escaqueo. Hay otras perlas que son igualmente abominables: si un alumno de 5º curso suspende todas asignaturas, pasa automáticamente de curso porque no se puede repetir en un inicio de ciclo. La consecuencia: en vez de perder un año acaba por perder 2 de un plumazo. O el caso del alumno que llega de un país con un desconocimiento absoluto del idioma y cuya lógica máxima prioridad es que aprenda cuanto antes a comunicarse en español, pero que obligatoriamente tiene que dar las mismas horas de inglés que los demás ¡Sencillamente brillante!. Vayamos a las posibles soluciones. ¿Qué es lo que pueden hacer los políticos para dotarnos de un modelo educativo eficaz? Pues sencillamente tener que ver con el mismo lo menos posible, dada su ineptitud. Lo que tienen que hacer los politiquillos del sistema es dejar en manos de profesionales del sector y expertos en educación el diseño de un modelo que analizando las carencias actuales, aporte soluciones eficaces y sobre todo con el compromiso de que todos partidos lo respeten al margen de quien gane unas elecciones o no. Este vaivén de leyes que nacen, crecen, se reproducen y mueren cada vez que se cambia de gobierno es una solemne vergüenza. ¡Ya está bien, hombre! Fundamental nos parece la recuperación de un mínimo de disciplina. Disciplina que no es un concepto “fascista” sino que consiste en aceptar que hay unas normas que son de obligado cumplimiento. Poco se puede enseñar cuando dedicas la mayor parte de tu tiempo en mandar callar a unos alumnos, que a día de hoy, hablan cuando quieren e interrumpen cuando quieren (al fin y al cabo, son los reyes de la casa, ¿no?). Hay otras cosas que también son de sentido común: La dignificación del profesorado, el respeto total y absoluto por parte de alumnos y padres a su labor, el terminar con la ridícula burocratización de la labor del docente, encorsetado por un sinfín de programaciones, tablas de contenidos, competencias, indicadores educativos, sub-indicadores, mínimos educativos y un largo etcétera que prácticamente no aportan nada, el impulso de un estatuto del docente, una formación real y de calidad del profesorado que deje de estar en manos de unos sindicatos cuyo primer interés radica en el beneficio propio y la financiación de sus costosísimos gastos. En definitiva, la recuperación de una de las profesiones más bonitas que existen que no puede ser de otra manera que absolutamente vocacional. Y para terminar, abandonar de una vez, teorías pedagógicas que han creado auténticos analfabetos como la del famoso “aprender jugando” y enfocar la enseñanza valorando prioritariamente el esfuerzo. ¡Basta ya de bajar el nivel de los contenidos a unos límites que a veces dan vergüenza ajena!. El profesor debe ser la primera herramienta en la motivación del alumnado, estamos de acuerdo, pero si algo debe saber transmitir la escuela como motor de la sociedad, es que esta tiene que ser una sociedad de derechos, pero también de deberes, algo diametralmente opuesto a lo que sucede en la actualidad. En definitiva, tratemos como profesionales de la enseñanza, de llevar a la práctica las palabras de Inger Enkuist: “De un buen profesor, no te olvides nunca”. Queda mucho por hacer, pero pocas causas hay más justas. JOSÉ LUIS MORALES RESPUESTA ARAGONESA